Construir esta infraestructura cultural no es sólo un problema de definición de un edificio, es además,  la necesidad de construir un contexto, un lugar muy especial para la ciudad, parte de la nueva cara de la ciudad, quizás un pequeño símbolo. Es, en definitiva, un  problema de escala urbana.
El edificio es una extensión de la calle, se enlaza con el continuo de la ciudad, integrándose en el parque y formando parte del sistema urbano. Es parte de la calle, no un edificio insertado en la ciudad sino una parte de la calle que contiene un edificio. Sin darte cuenta, asciendes o desciendes por él, como si de la propia ciudad se tratara.

La aproximación al edificio se produce desde distintos puntos y niveles. Genera situaciones en las que no sabes si estas dentro o estas fuera, se puede llegar a estar en él sin haber entrado.

El proyecto propone la construcción de dos paisajes: un gran Interior bajo una gran cubierta, y una cubierta convertida en plaza. Las superficies que envuelven el proyecto tienen dos “lados”, dos “caras”. Se explota esta condición. El suelo de la plaza es el techo de la sala.

Una forma que podría haber estado ahí toda la vida. Se empotra en el terreno construyendo un potente interior. De esta manera el edificio minimiza su presencia y consigue establecer una buena relación con el parque.  Es una escalinata, es parte del parque,  no se muestra como un edificio, no es una pieza que grita, no se impone en el contexto sino que lo acompaña, caracterizándolo. Es una forma que expresa protección y que enlaza bien con la idea de aislamiento.